martes, 6 de diciembre de 2016

Del contrapoder sindical a la autogestión social

Reproduzco a continuación el artículo publicado en el blog Borroka Garaia da!

Autobusean ez duk ohiturazko aurpegia, aurrera egiteko hoa inoiz ez bezala”*

Vivimos tiempos de resistencia y alternativas en Euskal Herria. Resistencia sindical al desempleo, la precariedad laboral, las reducciones de salarios, los cierres de empresas, deslocalizaciones y desmantelamiento industrial. Alternativas en la política económica e industrial instrumentada por medio de propuestas sindicales para un cambio de modelo, en la extensión de las sociedades laborales y el cooperativismo como redes de economía social y transformadora, también en encuentros para el debate, visualización y consolidación de modelos económicos alternativos como el II Encuentro del asesoramiento laboral y social sobre negociación colectiva y control sindical, los III Encuentros ecosocialistas o Alternatiben Herria en Bilbo.


La economía capitalista es voraz y los gestores del capital, también el vasco, pretenden desmantelar la economía productiva, subordinándola a lógicas de rentabilidad financiera, sosteniendo crecientes niveles de explotación y extracción de excedentes económicos de forma legal o fradulenta para su beneficio. El análisis y síntesis de John Bellamy Foster sobre “Marx, Kalecki, Keynes y la estrategia socialista”, nos sirve para situar algunos aspectos clave del por qué y hacia dónde ir respecto a la política económica que aplica el capitalismo neoliberal vasco, subordinado al español y europeo. Por una parte, la orientación de política fiscal regresiva del Gobierno Vasco o Navarro y las Diputaciones Forales es funcional para que sean las empresas privadas quienes determinen el empleo por medio de sus niveles de inversión y producción. Además, éstas ven con buenos ojos las políticas generalizadas de externalización de servicios para sus áreas de negocio y beneficio, o la propia retirada del sector público de forma que no interfiera en sus negocios privados a costa de los impuestos de toda la ciudadanía vasca. La aplicación de políticas fiscales de inversión social orientadas al pleno empleo serían percibidas por la patronal cómo ataques a su poder para dictar la política económica tal como lo hacen actualmente. Y no solamente por eso, sino también por qué políticas orientadas al pleno empleo, por ejemplo con políticas fiscales progresivas y laborales protectoras, harían sin duda que la posición de fuerza de la clase trabajadora en Euskal Herria aumentara y así también los salarios y condiciones laborales. Desde una perspectiva más amplia, cualquier programa de transformación social necesita establecer una garantía de empleo y seguridad económica a la clase trabajadora para contraponer a la autoridad y poder empresarial un cambio social orientado a formas de planificación económica democrática.



Asimismo, los encuentros citados al principio apuntan a esa necesidad de que el sindicalismo retome centralidad en la influencia sobre las políticas estratégicas empresariales y económicas, así como a la imperiosa urgencia de poner en el centro de la actividad económica la vida, los cuidados, los tiempos de trabajo y los equilibrios ecológicos, transformando el modelo productivo y de consumo hacia una economía social a la par que democrática. El capitalismo vasco y sus portavoces políticos (PNV, PSE, PP), nunca querrán orientar la actividad productiva hacia criterios de eficiencia ecológica y económica, satisfacción de necesidades y desarrollo endógeno o propiamente de pleno empleo con reducción de la precariedad y la pobreza: prefieren el desempleo y la precariedad que imponga disciplina y miedo en las empresas, que mantenga a ralla la reivindicación de mejores salarios y condiciones de empleo, prefieren subordinarse al capital nacional y extranjero, demostrando con ello la obsolescencia de un sistema económico, el capitalista, que debe ser sustituido por sus negativos impactos sociales, económicos y ecológicos. Es evidente también en este contexto político, que la transformación del modelo productivo solo puede venir de una propiedad social de los medios de producción, de un control social de las decisiones de inversión a medio plazo y de los procesos de producción a corto plazo. Esto es precisamente lo que plantea la economía social y transformadora. Dos patas, resistencia y alternativas, resistencia sindical, es decir sindicalismo de contrapoder y alternativas económicas, economía social y transformadora en definitiva.


De la economía social al sindicalismo de contrapoder 

El análisis de las interrelaciones entre sindicalismo y economía social en el contexto antedicho, debe empezar por remarcar la importancia de la economía social a la hora de prefigurar la economía que necesitamos la clase trabajadora a la vez que de establecer alternativas hoy mismo. Una transformación del sistema económico necesariamente pasará por el impulso de muchas experiencias concretas y la integración de las mismas. El cooperativismo y  la economía social son también una forma de generar autoocupación, sea en contextos de crisis empresarial, sea en contextos de desempleo masivo dónde la patronal castiga la militancia sindical. Asimismo la economía social se puede orientar a apoyar luchas sindicales, cómo el caso de Coop57 ejerciendo como caja de resistencia. Por otra parte el sindicalismo es clave para la economía social al sostener unos valores y prácticas que no deben abandonarse pese a la dinámica que genere la inserción en una economía capitalista. Asimismo, la negociación colectiva de referencia permite una guía de mínimos en lo concreto de las relaciones laborales en la economía social. Sucede lo mismo con la disputa por el salario social, indirecto -sanidad, educación- y diferido -pensiones, subsidio de desempleo, etc.- que afecta a toda la clase trabajadora incluidas cooperativistas o participantes de la economía social. El sindicalismo cómo organización de masas incide en ese ámbito en apoyo a las redes de economía social y transformadora. Por último, desde una perspectiva de transformación social no todas las empresas pueden ser cooperativizadas o transformadas en modelos de economía social a corto plazo, por lo que se requiere de un fuerte sindicalismo de contrapoder para orientarse a otro modelo económico y social.
 
Del sindicalismo de contrapoder a la economía social


La acción sindical cotidiana, la de las secciones sindicales en los procesos de negociación colectiva, tiene mucho de los valores y fundamentos de la economía social. Los procesos de militancia sindical orientados a la expansión de derechos se cimientan en una adecuada recopilación de información económico-financiera, productiva y laboral de las empresas para sustentar los procesos negociadores, en una colectivización entre las plantillas de las reivindicaciones dirigidas a los empresarios y la patronal, así como en la articulación de fórmulas solidarias de acción colectiva y huelga indefinida con apoyo de caja de resistencia que es sin lugar a dudas un mecanismo financiero colectivo de solidaridad sindical. Ese poder sindical como herramienta democratizadora de una empresa o sector, es la antesala a modelos de economía social y democracia económica. Esto si cabe es más evidente en procesos de reestructuración y crisis empresarial dónde la recuperación de empresas para su posterior laboralización o cooperativización se torna cómo acción estratégica imprescindible para defender las condiciones y nivel de empleo así como la estructura industrial del país, precisamente cuando los poderes político y económico están promoviendo todo lo contrario. Ahí la práctica sindical previa es imprescindible para acometer con garantías dichas experiencias.



Del contrapoder sindical a la autogestión económica


¿Cómo puede el sindicalismo ayudar a construir otro modelo social? Sin duda el núcleo vertebrador de la acción sindical es la negociación colectiva. Dos ideas al respecto. Por un lado, la orientación de la política sindical y los contenidos sustantivos de negociación colectiva hacia objetivos de política económica de altos salarios y pleno empleo. Las dos reivindicaciones clave del movimiento sindical vasco cómo salario mínimo de 1200 euros mensuales y jornada laboral máxima de 35 horas semanales, deben integrarse para mejorar las condiciones de vida con la generación y reparto del empleo. Por otro lado la introducción de contenidos de negociación colectiva instrumentales de control sindical económico en las empresas y sectores, esto es, promover la democracia económica en las empresas capitalistas con ampliación de derechos de información, consulta y control sindical de los procesos productivos, de inversión y posterior generación de empleo. Esta mirada hacia los contenidos instrumentales de la negociación colectiva permite avanzar hacia mayor capacidad de control de los procesos de inversión, producción y distribución. Asimismo un mayor control sindical de la producción y finanzas empresariales permite limitar el fraude económico, fiscal y a la seguridad social en el que incurren las empresas capitalistas cuyos impactos sociales son demoledores tal como vienen exponiendo estudios realizados por expertos economistas desde la UPV/EHU para Euskadi.


      Euskal Herria tiene un privilegiado potencial, fraguado en décadas de luchas obreras y construcción de alternativas económicas, para la configuración de un potente marco autónomo de economía autogestionaria y lucha de clases. En el marco de esa confrontación por el desacuerdo total con los mecanismos capitalistas y como expresión de la conciencia colectiva de la clase trabajadora vasca, es imprescindible dirigirse a una sociedad de personas y pueblos libres y responsables realizable en un socialismo en el que los medios de producción, de consumo y de cultura, estén en manos y al servicio de las personas trabajadoras, en una auténtica democracia económica. Ello pasa necesariamente por qué el movimiento obrero y sindical establezca fuerte conexión entre acción sindical y los procesos dirigidos a la socialización de los medios de producción y consumo, además de una alianza permanente entre la economía social y el sindicalismo de contrapoder. En palabras del sindicalista irlandés James Connolly en un artículo de 1908 titulado “Sindicalismo industrial y socialismo constructivo”… a la vez que incrementa el poder de resistencia del trabajador contra los abusos actuales de la clase capitalista, lo familiariza con la idea de qué el sindicato que contribuye a construir está destinado a suplantar aquella clase en el control de la industria dónde trabaja.



* “Eutsi gogor, Hertzainak (Hau dena aldatu nahi nuke, 1985).


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