Hace dos años, cuando pasábamos por los momentos más crudos de la
crisis económica, varios miles de personas, de muy diversa
significación, firmaron un documento cuyo título, “Por la recuperación
de la soberanía económica, monetaria y ciudadana”, y su consigna, “Salir
del euro”, eran concluyentes respecto a la solución que nuestro pueblo
necesita.
Ahora es necesario dirigirse de nuevo a la sociedad española y a sus
fuerzas políticas y sociales para insistir y ratificar la necesidad
imperiosa de revisar los vínculos de nuestro país con la Unión Europea y
los tratados que la conforman. Queremos impulsar iniciativas de debate y
acción que lo faciliten.
Stop a la integración europea
Europa está sumida en una paralización sin precedentes desde el final
de la Segunda Guerra Mundial. Como entidad política la UE ha dejado de
ser una fuerza relevante y cada día tiene un papel más subordinado a los
designios imperialistas de USA, como lo ponen de manifiesto los
conflictos y guerras en los países árabes relacionados con su rediseño
del Oriente Medio, y también en el corazón de Europa, con Ucrania
convertida en un foco de enfrentamiento que encierra graves peligros
bélicos y un nuevo desgarra- miento del Continente.
El irracional proyecto de la unión monetaria y sus consecuencias han
puesto en crisis la integración europea. Desequilibrios económicos
insostenibles entre los países y una montaña enorme de deuda que atrapa a
países, estados, sistema financiero, empre- sas y familias son el
motivo de esta crisis.
El endeudamiento general ha construido un entramado tupido de
relaciones financieras, sobrecargado de focos explosivos y con canales
de conexión extraordinariamente fluidos derivados de la desregulación y
la globalización financiera. Su única seguridad depende del BCE, que
sólo inyectando liquidez puede detener los peligros recurrentes de otras
crisis financieras, al precio de alimentar el volumen de deuda que so-
porta el sistema.
De hecho, el BCE ha tenido que dar la espalda a su ortodoxia y
objetivos institu- cionales para impedir explosiones incontrolables,
como han sido los rescates para algunos países, la medidas y mecanismos
para aportar liquidez y la posibilidad reciente de que la deuda soberana
pueda financiarse a través de sus préstamos, bien es verdad que con
restricciones y singularizada por países. El BCE, a pesar de las
facilidades con las que opera ahora, no puede equipararse de ningún modo
con la Reserva Fede- ral de los Estados Unidos o el Banco de
Inglaterra, debido a la contradicción entre la unidad monetaria y la
compartimentación fiscal por países.
La integración económica está cada vez más lejos debido a que la
crisis levanta tensiones y conflictos entre todos los países y
divisiones manifiestas en todos los gobiernos, actuando cada uno de
ellos de acuerdo con sus intereses propios.
La desolación recorre nuestras sociedades. Algunos países del Sur
están destrozados, en quiebra financiera, desgarrados por las
desigualdades, corroídos los estados de bienestar y hundidas partes
inmensas de su población en la exclusión y la miseria. Nada que sea
nuevo y que no conozcamos. La alternativa de los países más atrasados y
desfavorecidos de la unión monetaria era desde hace tiempo recuperar la
soberanía económica, incluida la moneda.